UN MAL VIAJE

Muchas veces he oído eso de que el Orgullo Gay “y estas cosas” ya no hacen falta porque tenemos los mismos derechos, hay mucha tolerancia y España es un país muy moderno. He tenido la suerte de no sufrir en mi vida una agresión por homofobia, he salido bruto y la opinión general parece pensar que si eres bruto no eres gay. O algo así. Hasta hoy. Me gustaría compartir con ustedes lo que ha sucedido en un bus de la EMT de Madrid.

Al salir de Torrespaña (RTVE) he decidido volverme a casa en autobús. A pesar de que un cartel indicaba que la frecuencia de este autobús a estas horas era de entre 9 y 14 minutos, una señora y yo hemos esperado 23 minutos hasta que ha llegado el bus. El único asiento que quedaba libre era el que estaba detrás del conductor. Y ahí me he sentado. El conductor iba hablando con una amigo que estaba de pie junto a él (¿Qué ha sido de aquello de “No molestar al conductor”?) que le ha acompañado casi todo el trayecto a pesar de que “el amigo” interrumpía el paso de los que entrábamos al autobús.

Iban hablando de política. Y lo hacían en un tono de voz como para que se enterase de la conversación la mitad del vehículo. El señor conductor pertenece a una ideología de extrema derecha y así se lo hacía saber a su amigo. Frases como “El hijo de puta de Zapatero y sus titriteros van a volver a destrozar el país” o “A ver si le limpian el forro a Artur Más, que también es un hijo puta” iban animando la charla. A continuación le ha dado por cargar contra la familia de Javier Bardem, que según el conductor “estos puto progres de mierda tenían un restaurante y han mandado a todos los empleados a la puta calle de mala manera…estos cerdos de izquierdas, ya ves cómo se las gastan con sus empleados”.

A cada uno le escuece lo suyo y como yo no soy ni primo ni amigo de “los Bardem” pues, a pesar de estar un poco espantado con el tono del asunto, he preferido no hacer caso. Hasta que ha llegado la parte de “los maricones”. Ahí no he podido evitar poner la antena… para mi desgracia. Durante casi diez minutos he escuchado como que alguien como yo se pueda casar es “un puta vergüenza que tenemos gracias al cabrón de zapatitos”. También he asistido indignado a una master class lingüística donde el conductor explicaba a su amigo la barbaridad y la indecencia que es llamar “matrimonio” a “lo de los maricones” y que como esto siga así pues ya solo falta que “un tío se case con un perro”.

Y ahí se me ha hecho un nudo en el estómago. “Lo de los maricones” ha durado un buen rato que a mí se me ha hecho eterno, no les voy a engañar. He pensado en levantarme y decirle al señor que yo soy uno “de los maricones” y que como pago impuestos como “los heterosexuales” pues que es de cajón que yo tenga los mismos derechos. Una señora que iba enfrente de ha dado cuenta de mi cara y me ha mirado hasta con pena. El conductor del autobús (en su tono de voz estupendo) le ha hecho saber a su amigo con multitud de detalles que yo soy un ciudadano de cuarta y que la gente como yo estamos “destruyendo España”. He vuelto a pensar en levantarme y dar dos gritos. Pero es que me he quedado triste (ya ven ustedes, con el carácter que tengo), me he sentido insultado, me ha parecido tan lamentable que el señor conductor ha conseguido dejarme sin palabras. Lo único que se me ha ocurrido es hacer una foto al número de autobús y escribir a la EMT a través de Twitter para contar lo que estaba oyendo. Confío en que, al menos, si revisan las cámaras del vehículo, comprobarán que el señor conductor iba de charleta con su amigo y como probablemente no hay sonido, pues tan solo podrán comprobar eso, la charla.

Me he bajado del autobús con la moral por los suelos y he llamado a mi madre para encontrar una voz amable en ese momento. ¿Se imaginan ustedes que alguien se pone a voz en cuello a gritar delante de ustedes el asco que les provoca alguien como usted?  Pues hoy lo he vivido en carne propia. No sé si he hecho bien en callarme. No sé si debería haberle pegado dos gritos y no tolerar tener que escuchar las barbaridades que he escuchado. De hecho ni siquiera sé lo que hay que hacer en uno de estos casos.  Me he bajado del autobús cerca de la Puerta del Sol y me he sentido pequeño entre tanta gente. Y he pensado que cuando me digan que el Orgullo Gay ya no hace falta ahora tengo una historia que contar y que quizá mi mal rato, al final sirva para algo.  O al menos eso espero.

Muchas gracias por leer.