viernes, 9 de agosto de 2019

LOS OTROS



Ustedes probablemente hayan visto una maravilla de película de Alejandro Amenábar que se llama “Los Otros”. En esa película, una institutriz vivía la vida mártir gracias a unos niños que en realidad no existían porque estaban muertos. Perdón por el spoiler, pero les pido un ejercicio de imaginación. Imagínense por un momento que la institutriz representa a los telespectadores y los niños ahora se llaman Kiko y Sofía.



Kiko y Sofía. Ya, parece el nombre de un grupo de flamenquito de cuarta, pero son otra cosa. Kiko y Sofía son “los otros”. Y estos días están en todas partes por un presunto conflicto que han tenido con las fuerzas del orden en Marbella. “Los otros” están llenando horas y horas de televisión. Como si fuesen alguien. Como si estuviesen vivos. Y España mira como si fuera esa institutriz flipada que miraba a la nada. Porque Kiko y Sofía son la nada, dicho esto con todos los respetos.



Presuntamente, lo que desencadena la trifulca es cuando (de nuevo presuntamente) le dicen a un agente aquello de “usted no sabe quién soy yo” y el agente les da la peor respuesta del mundo: “No, no sé quienes son ustedes”. Esto es la muerte para Kiko y Sofía porque ambos viven de que usted, el agente y yo los conozcamos. Y nada más. Kiko y Sofía no son actores, ni cantantes, ni escriben libros, ni presentan programas, ni bailan. Nada. La existencia de Kiko y Sofía tiene lugar dentro de un plató donde se desgañitan entre islas, encierros y tronos. No hay nada más por mucho que se empeñen.



NI oficio ni beneficio, pero en todos lados a todas horas. Son “los otros”. La muerte de la profesionalidad por el simple hecho de que no tienen profesión. No, “tronista” no es una profesión. Y no es que yo me ponga exquisito, que soy el primero que disfruta del universo Telecinco, el único canal de este país que domina con maestría el mundo del entretenimiento a lo bestia: si hay que tirar a una flamenca del helicóptero, se le tira, pero es que esa flamenca tiene detrás una trayectoria que te mueres. Y yo quiero a gente así delante de la pantalla. Necesito que quien aparezca delante de una cámara sea alguien. Que tenga una profesión. Hasta Paco Porras tiene estudios, por favor.



El problema de estos pobres chicos, en realidad, es que no hay absolutamente nada detrás que sustente su presencia. Son “carne de reality” o el ex de alguien, por no ser no son ni socialites de postín, que eso sí es una profesión porque conlleva maneras, estilo, clase y saber estar. No se les conocen ni siquiera inquietudes. Como los niños de “los otros”, que al final estaban muertos y su presencia no significaba absolutamente nada, más que una mala jugada en la cabeza de Nicole Kidman. ¿Están los espectadores de esta idiotez de verano viviendo lo mismo que lo institutriz? Pues miren, no es tan descabellado. Sigo pensando que cada minuto que vemos en la tele esta historia, en realidad estamos viendo la nada más absoluta. Horas y horas de nada.

No hay comentarios: