Leo comentarios DE-SO-LA-DO-RES sobre la nueva edición de
OT. Desde hace un par de semanas se habla mucho y no en muy buen tono. Leo a
críticos de televisión que parecen tener la receta mágica para solucionarlo
todo y me quedo ojiplático. Leo Twitter y hay momentos complicados a nivel de
hate. Y he visto las dos últimas galas con atención y, lo siento en el alma,
pero al margen de problemas técnicos, yo sólo veo un problema: las
expectativas.
OT 2017 ha sido un poco como ese primer amor que deja
huella. Uno nunca se olvida del primer amor. A veces para bien (Lola Índigo,
Cepeda, Agoney) y a veces para mal (Aitana, Roi). La huella que ese impacto
deja en la cabeza tarda años en irse. Y la psicología afirma que “el amor que
aparece después del primer amor” nunca es permanente y es básicamente, un
periodo de transición. Esa debería ser la carga emocional de OT 2018, ser la
transición. Y poco más.
El año pasado se hizo magia casi todos los lunes. Un subidón
detrás de otro. Es mentalmente imposible superar esa adrenalina con tan poco
espacio de tiempo entre una y otra edición. OT es un programa que, además de la
música, vende y cuenta emociones, sueños y luchas. Si comparamos a los
protagonistas, les diría que Natalia es infinitamente mejor que el 80% de la
edición anterior, que Famous, vocalmente hablando se lleva por delante a los
chicos del año pasado y que Noelia tiene más de todo que varias concursantes
juntas del año pasado. El problema son las expectativas y la lupa emocional con
la que se mira a esta nueva generación.
OT 2018, a pesar de algunos fallos técnicos muy fáciles de
corregir, es lo mismo que el año pasado. Ni más ni menos. Les propongo un
ejercicio bien simple con dos nombres: Rosa de España y Ainhoa Cantalapiedra.
¿Se acuerdan? Lo de Ainhoa se percibió como un bajonazo gigante comparado con
lo de Rosa. De nuevo, un momento emocional complicado de superar.
Yo, que soy un ignorante de narices y no tengo ni idea de
cómo un programa se convierte en un éxito o un fracaso, solo les puedo hablar
de emociones. Y en OT 2018 hay madera. No hay sorpresas, pero hay madera.
Romper con el pasado y el primer amor es una cosa complicadísima. Hace falta
espacio y tiempo para asimilar que cualquier tiempo pasado no fue
necesariamente mejor porque sólo así podremos volver a enamorarnos. Cuando
dejemos de buscar lo mismo que nos dio el primer amor que, en realidad, tampoco
fue tan increíble, solo fue el primero.
Piensen en otros amores como Manuel Carrasco, Pablo López,
Soraya Arnelas, Lorena Gómez… ellos no fueron nunca el primer amor, pero
terminaron enamorando a millones de personas años después. Quizá, porque nunca
nadie les esperó con la espada en alto y las expectativas disparadas.
Démosle una oportunidad a otro amor.
Larga vida a OT.
No hay comentarios:
Publicar un comentario