martes, 9 de agosto de 2011

COMO SUPERAR UNA RUPTURA

Muchos de ustedes me han pedido que repita un post que publiqué la pasada primavera. Aquí lo tienen.

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Para MC.

Hay una lectora que me escribió hace días y me dio una noticia escalofriante. Su marido le había dejado. Pero eso no es todo. El abandono se produjo después de una circunstancia personal especialmente desgraciada. Y si además había que echar sal en la herida, el marido se lió con una compañera de trabajo. Mi lectora se quedó sola, desecha y con un hijo de corta edad. Entonces… ¿qué se puede hacer para sobrevivir en un entorno tan hostil?


La respuesta es fácil: no tengo ni idea. Ni hay planes ni hay hoja de ruta. NI para ella, ni para mí, ni para nadie. Superar un abandono así tiene que ser tremendamente complicado. Porque desde el momento en que alguien te dice “me voy” comienza la cuenta atrás para recuperar tu vida. Supongo que, en medio de la tormenta, eso es lo primero que uno tiene que tener claro. En ese mismo instante comienza tu vida otra vez, y eso, te guste o no, es el inicio de una nueva aventura.

Leí hace mucho en un libro la siguiente frase: “Cuando alguien te abandona, no te ha dejado de querer, te ha dejado de engañar”. Y eso es una verdad como un templo. Si somos un poco sensatos, ninguno queremos vivir una mentira. ¿Sería más feliz mi lectora si tuviera a su marido en casa a la vez que el marido se acuesta con su compañera de trabajo? Probablemente no, y además todos sabemos que esa situación estaba destinada a explotar antes o después. Es mucho mejor una verdad incómoda que una mentira apacible. La mentira nunca conduce al bienestar. Y ejemplos de esto nos sobran a ustedes y a mí.

Personalmente, creo que es importantísimo en este tipo de situaciones el dejarse llevar. Emocionalmente tenemos que ser libres para llorar y chillar la angustia solos o en compañía de otros. Hay que llorar, hay que chillar y hay que darse con la cabeza contra la pared (figuradamente) tantas veces como hagan falta. Hay que vaciarse de dolor. Hay personas que sólo necesitan llorar un poco y hay personas que necesitan ahogarse en un océano de lágrimas. Y las dos cosas creo que están fenomenal. Lo que haga falta, eso es lo que hay que hacer. Y por supuesto, sin ningún sentimiento de culpa.

¿Sentirse una víctima está mal? Pues yo creo que no. Me parece un horror pasarse la vida sintiéndose una víctima. Nadie es una víctima eternamente. Pero sentirse una víctima fruto de una situación injusta y dolorosa no es sólo correcto, si no que es necesario. Ir de Supermán por la vida en la peor de las circunstancias es un atrevimiento y una idiotez. Yo creo que hay que reconocer las emociones y las situaciones y sumergirse en ellas. ¿Qué te han dejado? Pues tienes todo el derecho del mundo a odiarle y a desear que le atropelle un camión. Tienes derecho porque en realidad (si estás bien de la cabeza) no quieres que a nadie le atropelle un camión. Es sólo que en ese momento el odio temporal forma parte de un proceso de desahogo.

Encima de que nos han dejado, lo único que nos faltaba es sentirnos mal por llorar, por odiar o por estamparse la cabeza contra una pared. Ni hablar. Yo nunca lo he hecho y no lo pienso hacer y básicamente por una razón: no me quedan más narices que seguir viviendo. Y como no estoy mal de la cabeza, no quiero vivir ni sintiéndome una víctima eternamente, ni instalado en las lágrimas. Así que cuanto antes lo llore todo, antes podré empezar a olvidarme, a perdonar (sí, a perdonar) y a seguir adelante con mi vida.

Esa es la clave: la vida sigue y todos vamos a tener una vida, y probablemente mucho mejor que lo que teníamos antes. Porque del dolor se aprende, vaya que si se aprende. Hay varios lectores que me han escrito pidiéndome consejos (cosa que me deja siempre a cuadros) y siempre les digo lo mismo: haz lo que necesites para ser feliz y no mires atrás nunca. Si te hace falta llorar, llora. Si te hace falta rayarle el coche porque sabes que eso le va a fastidiar, pues lo haces. Y punto. Lo que uno no puede hacer cuando está así de débil es encima culpabilizarse. Nadie tiene la culpa de que le engañen. El que decide mentir ha elegido no decir la verdad. Puede que a veces, decir la verdad sea muy complicado e incómodo, pero mentir, engañar y traicionar siempre es una decisión personal. Por lo tanto, hay que atenerse a las consecuencias y saber que toda acción provoca una reacción. La venganza, igual que la placidez, es solo otro color en la paleta con la que pintamos la vida. Y necesitamos sentir todos esos colores.

Es más, muchas veces he pensado que hay que ser infeliz para poder apreciar la felicidad. Si en algún momento de mi vida he sido muy feliz, ha habido momentos en que he decidido mirar atrás, a partes de mi vida donde no era nada feliz y así darme cuenta de que, efectivamente, todo ha ido a mejor. Pasar por aquellos momentos me ha hecho más listo, más paciente, y sobre todo más fuerte. Porque de una ruptura, al final, no nos quedan más narices que salir reforzados. Me da igual si el abandono se produce a los cuatro años o a las dos semanas, todo depende de la intensidad de lo que se haya sentido. Lo único inamovible es que uno, quiera o no, sale reforzado.

Mirar al futuro y saber que se sale de todo me parece el mejor consejo que le puedo dar a nadie. Llegará un día (lo queramos o no) que nos levantemos de la cama y que todo esté en calma. Ni echaremos de menos a nadie ni necesitaremos algo que no tengamos. Ese día llega antes o después. Quedarse instalado en el victimismo sólo retrasa la llegada de ese día. Por lo tanto hay que llorar para vaciarse lo antes posible. A fin de cuentas, no nos queda más remedio que seguir viviendo. Y ya que la cosa es así, vamos a tratar al menos de hacerlo con una felicidad razonable… ¿no?

4 comentarios:

FESKIE dijo...

Yo particularmente he eliminado la palabra culpa de mi vocabulario, tanto la propia como la ajena. Si existe una víctima debe existir un victimario, y es allí cuando la culpa nos ciega y no nos permite vivir nuestro dolor desde la verdad; y el dolor se convierte en ira, y la ira nos hace irracionales, y la irracionalidad nos aleja de quienes somos y seguramente de nuestro principal objetivo... ser felices.
Si logramos identificar qué es lo que realmente nos ha hecho daño, qué es lo que realmente duele, seguramente podríamos solucionarlo desde nosotros mismos, sin involucrar siquiera a la persona que de alguna manera a contribuido a que te veas en esa situación. El dolor y la frustración que sentimos frente al abandono; creo; no tiene mucho que ver con la otra persona... la mayoría de las veces lo que más nos duele son las ilusiones truncadas (creadas por nosotros mismos), nos duele el miedo al cambio (a una vida futura incierta, pero que al fin y al cabo es nuestra vida, y de la que tendremos que ser responsables como lo hemos sido siempre) y nos duele el ego (que es nuestro y sólo nuestro, y mientras más apegados estemos a él... más duele). Así que a sustituir ilusiones, hacer una papilla de miedo y ego y ha seguir viviendo, no podemos solucionar las situaciones de nuestras vidas a partir de los demás, así que qué mas da!
y creo que me he pasao un poco... sorry por este comentario tan largo!

Jq dijo...

En una situación así no se dice nada, sólo se escucha...

Anónimo dijo...

Gracias por ayudarme

Anónimo dijo...

Les recomiendo un blog donde hay una buena ayuda :

www.penamor.blogspot.com