miércoles, 8 de junio de 2011

AMOR EN EL CHINO DE MI BARRIO


Lo que les vengo a contar es un poco fuerte. Es un poco como una historia de amor pero con final chungo. Resulta que debajo de mi casa hay una tienda china de esas en las que venden de todo. Absolutamente de todo lo que ustedes se puedan imaginar excepto heroína y discos de Merche. Y resulta que desde hace más o menos un par de meses, cada vez que entro a la tienda, la jefa china (que es una mujer en torno a la treintena) me ira con ojos golositos. La tía es una borde como ustedes no se imaginan, pero conmigo es maravillosa y encima tiene una calculadora que habla cada vez que ella le da a la tecla. Y un complemento imprescindible de la tienda es una muchacha china también que hace las veces de secretaria de la jefa. La chiquilla es pelirroja (china y pelirroja…lo más) y no habla una sola palabra de castellano. Por lo cual, cada vez que entro en la tienda le suelto esta frase mientras la jefa está despistada:

“Hija del amor hermoso, dile a tu jefa que te suba el sueldo inmediatamente, que ese color de pelo que me llevas no es de recibo y que una china pelirroja es tan natural como un cerdo vestido de flamenca”

Y ella me sonríe y parpadea como las locas. Pero la cosa cambió hace dos semanas cuando bajé a comprarme unos redbules y la jefa estaba sola y les resumo la conversación:

Ella: Tu homble guaaaaaapo
Yo: Gracias, señora
Ella: Tu hombre glaaaaande
Yo: ¿Cómoooooo?
Ella: Músculo, homble músculooooo
Yo: Señora, qué susto me había dado.
Ella: ¿Tu soltelo?
Yo: ¿Perdón?
Ella: ¿Tu mujel hijos?
Yo: Pues no
Ella: ¿Tu no mujel tu solteloooooo?
Yo: Pssss…

Y agarré los redbules y me piré porque veía que la jefa china se estaba poniendo un poco burraca. Como lo oyen. Interrogado emocionalmente por la china de mi barrio que me ponía ojos de vaca enamorada. Y dos días después bajo a comprar un mechero y la tía perra me da uno de una chica con las tetas al aire y me mira fijamente y me pregunta a ver si me gusta. Ella perraca, yo atragantándome.
Y resulta que ayer se me había acabado el azúcar (la sacarina es de flojos) y me bajé a su tienda y allí me encuentro con un ex compañero de gimnasio. Y los dos en camiseta de tirantes y el ex compañero emocionado me dice que hay que ver no se qué del bíceps y me pasa la mano por la epiglotis. Y la china, de repente, da una hostia en el mostrador con el paquete de azúcar. Lo pago, me lo llevo y punto.
Y esta tarde he bajado a comprar leche (no desnatada) y la china no me ha dicho ni mú y cuando me estaba dando las vueltas me ha echado un eructo en toda la jeta que casi me caigo de espaldas. Como se lo cuento. Yo, todavía estoy a cuadros.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jaja, qué bueno!