¿OLÉ?

Hace unos meses publiqué en mi página de opinión en la revista OH MY GOD donde escribo todos los meses un artículo que ha resultado ser premonitorio y que se llamaba ¿OLE?. Y hoy les vengo a contar mi opinión sobre esto de los toros, pero antes tengo que puntualizarles un par de cosas, porque ahora hay que tener mucho cuidado con lo que se dice y sobre todo, no me da la gana que alguien me meta en un cajón por una opinión sobre un asunto en concreto. Para empezar, estoy fascinado con lo que ha sucedido hoy en Cataluña, pero eso se lo cuento luego.

Les quiero decir lo primero de todo es que NO soy nacionalista. Soy Europeo. Soy Español. Soy Vasco. Cualquiera que se haya leído cuatro libros básicos de historia sabe que los nacionalismos ni terminan precisamente bien, ni históricamente han servido para nada. Por supuesto que defiendo a mi tierra por el apego, el cariño y por la sencilla razón de que estoy orgulloso de ser vasco. Pero de ahí a ser nacionalista hay un camino largo. Pero entiendo lo que ha pasado hoy en Cataluña. Esperanza Aguirre dice que los catalanes lo han hecho “para separarse más de España”. Y me parece una perogrullada espantosa y fuera de lugar. Yo soy Español y no quiero los toros. Hay millones de otras cosas de este país que defiendo y apoyo. El flamenco es un arte universal, absolutamente español y, tras Andalucía, Cataluña es la principal difusora de este arte tan de nuestro país. Nadie ha prohibido nada “español” hoy. Lo que el Parlamento Catalán, ejerciendo el derecho de la democracia, ha hecho hoy es prohibir una fiesta que es una barbarie. No somos el ombligo del mundo. El mundo ya es muy grande y espectáculos como el toreo ya no tienen sitio. Un espectáculo que termina con la muerte de un animal no debe ser una tradición. La muerte es el fin de la vida. Y eso no es un show, no es una tradición y en mi opinión…jamás será un arte.

Para los tradicionalistas, pues lo siento por ellos pero, gracias a Dios, la realidad y los tiempos se imponen. Si siguiéramos esas líneas de pensamiento, quizá hoy seguiría siendo una “tradición” el Circo Romano. Y no estoy exagerando. Como decía en el artículo de OH MY GOD “Si Van Gogh era un artista, entonces ¿los hijos de Carmina entran en el mismo epígrafe? Vamos, de chiste. No hay nada de arte en el toreo por mucho que se empeñen. Un espectáculo que termine necesariamente con la muerte de un animal y la salida del “artista” a hombros con la oreja y el rabo arrancado del cadáver del toro en las manos…eso no es arte, eso es una barbarie. Pensar en Jesulín de Ubrique como un artista valiente, simplemente me da risa. Los artistas son personas que contribuyen a hacer nuestra vida más bella con cualquier disciplina. Y la sangre de un cadáver, perdonen ustedes, pero no me parece el colmo de la belleza ahora mismo.”

Me molesta que se me tache de anti español por esto. Esto no tiene nada que ver con mi país de la misma manera que el Circo Romano ya no tiene nada que ver con un señor de Nápoles del 2010. Siempre me sentiré orgulloso de las señas de identidad de mi país, porque han engrandecido la cultura universal. Pero no todo en mi país es bueno y sería idiota pensarlo de otra manera. Jamás me sentiré orgulloso de la clase política que tenemos. No puedo presumir del terrorismo. No presumiré de cómo funciona parte de nuestra justicia, ni de lo maravilloso que es Marbella gracias a lo que hizo Jesús Gil sólo o en compañía de otros. Pero es que soy un español del 2010. Y en mi vida no hay sitio para los toros, los toreros y el espectáculo de la sangre. El tiempo, implacable, lo pone todo en su sitio. Y hoy se ha vuelto a demostrar. Nadie es menos español por no estar de acuerdo con los toros. Nadie es menos español por no celebrar el triunfo de “la roja”. Los españoles estamos unidos por muchas cosas más allá del fútbol, los toros y la tortilla de patata. Somos habitantes de un país moderno y las libertades civiles de las que gozamos sí son dignas de hacernos sentir orgullosos. Pero es que yo soy además un ser humano y tiendo a ponerme en la piel del débil y sólo puedo identificarme con el pobre toro. Y es que si a mí se me pone José Tomás enfrente armado de banderillas hasta los dientes y dispuesto a torturarme un par de horas, pues tengo clarísimo que voy a intentar cargármelo y si me dan tiempo, incluso le meto las banderillas por donde la espalda pierde su nombre.

Y todo esto…es sólo mi opinión.