Ustedes probablemente hayan visto una maravilla de película
de Alejandro Amenábar que se llama “Los Otros”. En esa película, una institutriz
vivía la vida mártir gracias a unos niños que en realidad no existían porque
estaban muertos. Perdón por el spoiler, pero les pido un ejercicio de
imaginación. Imagínense por un momento que la institutriz representa a los
telespectadores y los niños ahora se llaman Kiko y Sofía.
Kiko y Sofía. Ya, parece el nombre de un grupo de
flamenquito de cuarta, pero son otra cosa. Kiko y Sofía son “los otros”. Y
estos días están en todas partes por un presunto conflicto que han tenido con
las fuerzas del orden en Marbella. “Los otros” están llenando horas y horas de
televisión. Como si fuesen alguien. Como si estuviesen vivos. Y España mira
como si fuera esa institutriz flipada que miraba a la nada. Porque Kiko y Sofía
son la nada, dicho esto con todos los respetos.
Presuntamente, lo que desencadena la trifulca es cuando (de
nuevo presuntamente) le dicen a un agente aquello de “usted no sabe quién soy yo”
y el agente les da la peor respuesta del mundo: “No, no sé quienes son ustedes”.
Esto es la muerte para Kiko y Sofía porque ambos viven de que usted, el agente
y yo los conozcamos. Y nada más. Kiko y Sofía no son actores, ni cantantes, ni
escriben libros, ni presentan programas, ni bailan. Nada. La existencia de Kiko
y Sofía tiene lugar dentro de un plató donde se desgañitan entre islas, encierros
y tronos. No hay nada más por mucho que se empeñen.
NI oficio ni beneficio, pero en todos lados a todas horas.
Son “los otros”. La muerte de la profesionalidad por el simple hecho de que no
tienen profesión. No, “tronista” no es una profesión. Y no es que yo me ponga
exquisito, que soy el primero que disfruta del universo Telecinco, el único canal
de este país que domina con maestría el mundo del entretenimiento a lo bestia:
si hay que tirar a una flamenca del helicóptero, se le tira, pero es que esa
flamenca tiene detrás una trayectoria que te mueres. Y yo quiero a gente así
delante de la pantalla. Necesito que quien aparezca delante de una cámara sea
alguien. Que tenga una profesión. Hasta Paco Porras tiene estudios, por favor.
El problema de estos pobres chicos, en realidad, es que no
hay absolutamente nada detrás que sustente su presencia. Son “carne de reality”
o el ex de alguien, por no ser no son ni socialites de postín, que eso sí es
una profesión porque conlleva maneras, estilo, clase y saber estar. No se les
conocen ni siquiera inquietudes. Como los niños de “los otros”, que al final
estaban muertos y su presencia no significaba absolutamente nada, más que una
mala jugada en la cabeza de Nicole Kidman. ¿Están los espectadores de esta
idiotez de verano viviendo lo mismo que lo institutriz? Pues miren, no es tan
descabellado. Sigo pensando que cada minuto que vemos en la tele esta historia,
en realidad estamos viendo la nada más absoluta. Horas y horas de nada.
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