Es una de las películas del año. BOHEMIAN RAPSODY, el tibio biopic de la vida de Freddie Mercury está a punto de recaudar más de 1.000 millones de dólares en todo el mundo. Emociona allá donde se proyecta, pero estos días previos a los Oscars, de lo que se habla es de otra cosa.
Bryan Singer, el director, fue despedido fulminantemente cuando quedaban dos semanas de rodaje. Y las historias de han mezclado. La verdad es que el nombre de Bryan Singer lleva un par de décadas sonando en varias historias de abusos de menores. De hecho, un documental sobre estas historias que está ganando muchos premios, le señala directamente con el dedo.
Y un digital de prestigio americano ha publicado hace un par de semanas un extenso reportaje de investigación dando voz a las presuntas victimas del director. Juicios que se han parado con dinero, una vida de orgías y drogas y el sueño americano de varios jovencitos que querían ser actores presuntamente destruído por las fauces de un presunto abusador. Todo presunto.
Lo curioso el caso es que el director, gracias a un muy inteligente contrato, está a punto de cobrar 80 millones de dólares como parte de los beneficios de la película de la que fue despedido y acaba de cobrar una cifra récord para dirigir un remake de la película Red Sonja.
Rami Malek, el actor que da vida a Freddie Mercury, acaba de aclarar en una entrevista lo difícil que ha sido trabajar con Bryan Singer y que él nunca supo lo que se decía del director. La hipocresía en estado puro. Cualquier persona con acceso a Internet lleva años leyendo todo lo de Bryan Singer que, no ha sido condenado, pero si ha solucionado varios juicios a cambio de dinero.
El debate está servido. ¿Cómo es posible que en la era del #MeToo un director siga trabajando y ganando semejantes fortunas cuando es vox pópuli lo que de verdad está pasando?
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