viernes, 9 de noviembre de 2018

LA IGNORANCIA ES LA MADRE DE TODOS LOS MALES


De verdad, me quedo alucinado. Leo esta entrevista en Fórmula TV de una chica que se llama Noelia y que es concursante de la nueva edición de OT y me quedo loco. Por lo visto, ninguno de sus compañeros de promoción, a excepción de un tal Famous, quiere ir a Eurovisión. Quizá ahí mismo reside el secreto de la falta de magia de esta edición.

De acuerdo en que Eurovisión no es un espectáculo que haya conectado con las nuevas generaciones. La gente joven no compra discos de los ganadores del Festival. No hay más que pasearse por las listas de ventas de media Europa para darse cuenta de que el impacto, en términos de venta, es mínimo. Pero Eurovisión es una institución, una cita cultural y un referente de nuestra historia musical. Todo esto, al parecer, o no lo viven o no lo entienden los chicos de esta edición. 

Después de haber trabajado más de una década como productor y compositor, les aseguro que conozco a muchísima gente que mataría (es un decir) por esa oportunidad. Porque, bien llevada, es una oportunidad de oro. Tan de oro, que ni siquiera hace falta ganar. Pastora Soler, Julio Iglesias o hasta las mismísimas Azúcar Moreno son la prueba de que Eurovisión puede ser un espaldarazo artístico brutal. Mira tú la carrera de Eleni Foureira. Pero al parecer, esto no es atractivo para los chicos de la Academia más famosa de la tele. 

Hay una parte que, probablemente no estén entendiendo. Por estar en el programa musical más famoso de la tele, no se sale con una carrera. Ni de coña. OT es una puerta abierta y una herramienta de promoción que, si se usa bien, puede ser una maravilla, pero debe usarse bien. Ahí tienen el caso de Lola ïndigo que, sin ser la que mejor canta, la tía ha aprovechado la oportunidad de una manera pasmosa. Y media España está bailando su tema. 

Hasta donde yo conozco el oficio, un artista necesita cantar. Un artista nace con el hambre de escenario. Recuerdo los comienzos de una artista que hoy es tremendamente famosa que, literalmente, necesitaba cantar y le daba igual si había quince espectadores o quince mil. Todo era una oportunidad para ella. Por eso ella ha tenido una carrera, probablemente, además de sus talentos vocales. 

Los niños de este año lo están flipando mucho y aprendiendo poco. Si hay que ir a Eurovisión se va porque ya me contarás tú cuantos tienen la oportunidad de que cientos de millones de personas te vean cantar. Porque uno nunca sabe quién te está viendo y porque para un CANTANTE (así, en mayúsculas), cantar es como respirar. Y si no, apaga y vámonos. El oficio se lleva en la sangre o no se lleva.

Y este año, desde la distancia (no veo el programa pero veo las actuaciones online) veo demasiado ego y no tanto talento. El tal Famous y una tal Natalia son lo único que veo con ganas de escenario, de enseñar lo que saben, de comunicar con canciones. No hay mucho más. Y el tiempo y las listas de ventas, les dirán en unos meses si tengo razón o estoy metiendo la pata hasta al fondo. Es más, les podría decir que la tele siempre recoge, antes o después, lo que uno es, y gran parte de la falta de conexión de este año (es un hecho evidente) no es culpa de un programa que ha mejorado técnicamente una barbaridad, de un claustro de profesores que bordan su trabajo y que son casi los mismos que el año pasado o de una directora del asunto que no puede ser más impecable (hola, Noemí). No, este año, el foco hay que ponerlo en unos chicos que, en gran parte, han pensado que entrar ya era el premio. Y nada más lejos de la realidad. El premio, para la carrera de un cantante, casi nunca llega, porque la lucha es diaria en una profesión en la que vales, en la mayoría de los casos, lo que vale tu último éxito. Y no se han enterado.

2 comentarios:

JPerera dijo...

Se puede decir más alto pero no mas claro. Totalmente de acuerdo.

JPerera dijo...

Se puede decir mas alto pero no mas claro. Totalmente de acuerdo.