Me llega un mail de un lector con una historia que he oído
muchas veces, pero algo había en este mail que me ha decidido a contestarle en
el blog. Así que Raúl (nombre ficticio) aquí va la respuesta que me has pedido.
Raúl me habla en su mail de pérdida de identidad,
básicamente. Me cuenta que su relación ha terminado después de casi siete años
y que no sabe quién es. Raúl hizo absolutamente todo lo posible para hacer
feliz a su pareja, se entregó en cuerpo y alma a su relación y casi siete años
después se ha encontrado solo, aturdido y desorientado.
En su mail me cuenta que cambió muchos hábitos de su
personalidad para complacer a su pareja. Y gradualmente fue mutando hasta
convertirse en una persona que hoy, cuando se ha tenido que enfrentar a vivir
de nuevo solo, no conoce. ¿Ha hecho algo mal Raúl? ¿Es lo normal enamorarse
hasta las trancas y querer hacer feliz a tu pareja? Pues miren, sí y no. Es
absolutamente lícito el deseo de agradar, de complacer. Es maravilloso sentir
que se quiere hacer feliz a alguien. La entrega y la generosidad son
sentimientos maravillosos… siempre que estén bajo un férreo control por nuestra
parte. Esto, por supuesto, no quiere decir que nos convirtamos en máquinas con
sentimientos programados. Lo único que quiere decir es que todo es lícito
mientras no nos olvidemos de quienes somos. Porque se supone que esa persona se
ha enamorado de quienes somos, no de lo que podríamos ser.
Hay que tener mucho cuidado con las personas del “te quiero,
ya te cambiaré”. Más que nada porque son muy difíciles de detectar. Uno tiene
la sensación de que cuando te propinen cambios lo hacer por tu bien. Pero… ¿no
era Raúl feliz antes de conocer a su pareja? ¿No estaba satisfecho con su vida,
sus maneras y sus hábitos? Probablemente sí. Y por eso tenemos que mantenernos
firmes a la hora de defender la propia personalidad (con matices) y seguir
manteniéndonos tal como somos.
¿Y ahora qué tiene que hacer Raúl?, me pregunta. Y en mi
opinión es bien fácil. Es como montar en bicicleta, una vez que aprendes,
volver a pedalear, aunque hayan pasado siete años, es cuestión de minutos. Por
eso, Raúl, te recomiendo que eches la vista atrás y recuerdes como eras, lo que
hacías y, sobre todo, lo que te hacía disfrutar. Recupera tu “personalidad
bicicleta” y sal a la calle. Quizá al principio incluso tengas que obligarte,
claro que sí, y vivir por inercia no es ni agradable ni placentero, pero mucho
peor es quedarte en tu casa preguntándote quién eres. Eso es paralizarte. Eso
es tener la bicicleta delante y no utilizarte. Eso significa que te estás
repitiendo a ti mismo que no sabes pedalear. Y eso es negar la evidencia,
porque sabes andar en bicicleta y probablemente, lo hacías muy bien. Tan bien
que alguien se enamoró de ti.
Por lo tanto, Raúl, levántate todas la mañanas, saluda a tu
bicicleta y sal a la calle. Hay cuestas empinadas y hay bajadas peligrosas.
Pero tú siempre has sabido controlar la velocidad. Cierra los ojos y acuérdate
de aquel momento en que llegaste a la meta y eras inmensamente feliz. Pues
bien, ahora comienza otra carrera. Y yo no tengo duda de que volverás a llegar
a la meta. Tú solo. Y llegarás con una sonrisa enorme, Raúl.
Te deseo toda la suerte del mundo en esta nueva carrera por
etapas. Y cuando vuelvas a llegar a la meta, espero que me escribas y me lo
cuentes. Y no vuelvas jamás a olvidarte de quién eras porque entonces, en la meta, no sabrán a quién darle el premio.
Suerte.
POSDATA: Para terminar les pongo una canción de un artista al que admiro mucho y les pido que pongan atención a la letra. Sobre todo a Raúl.
POSDATA: Para terminar les pongo una canción de un artista al que admiro mucho y les pido que pongan atención a la letra. Sobre todo a Raúl.
No hay comentarios:
Publicar un comentario