jueves, 22 de marzo de 2018

COSAS QUE DEBERÍAS SABER DE MÍ (Y EL PRIMER AMOR)



Tengo que dejar de ver la tele por la noche. Ayer me quedé dormido viendo la serie del asesinato de Versace y un resumen de “Supervivientes”. O dejo de mezclar programas o me va a dar algo, porque he soñado que Raquel Mosquera, con ese pareo dorado se intentaba comer a Donatella Versace y se quejaba de que no había carne. Claro, me he vuelto a levantar con una ansiedad terrible y con una persona en la cabeza: Chenoa.
Hoy tengo que contar que el perro se me ha enamorado. Como lo oyes. El tío está hasta las trancas. Es su primer amor y tiene una intensidad que estoy hasta despeinado. Es llegar al parque y verle a ella y no sabes cómo se pone el perro. Y el colmo es que encima ella es madurita y sabe perfectamente cómo manejarle. Que si mira tú cómo me huele el culo, que mira cómo me hago la interesante, que yo sola soy capaz de arrancar tres arbustos del parque. Ese rollo. Y el otro entregado. Nadie se imagina lo que es vivir con el ímpetu amoroso de un perro de 37 kilos que lo está descubriendo todo. Me siento ahora mismo como esas señoras que dan su testimonio en la tele en penumbra y con la voz distorsionada.
Y aquí es donde viene Chenoa, que es la gran ganadora del amor nacional (e internacional, que en Andorra es conocidísima). Yo sé que un día el perro va a tener que salir al portal en chándal diciendo que la otra se ha ido con un pastor alemán. Porque va a pasar. El perro va directo a estrellarse contra un muro de ladrillos en forma de corazón. Pero yo no le digo nada. Menos mal (recuerden que soy de Bilbao) que la novia, por lo menos, tiene un nombre vasco. Se llama Zuri, que en euskera quiere decir “blanca”. Sí, se han roto la cabeza al bautizarla.
Cada vez que venimos a casa, le pongo al perro vídeos de Chenoa. Chenoa cantando, Chenoa de jurado, Chenoa en un photocall. Chenoa sin parar como si fuera un tutorial de supervivencia romántica. Yo no sé si es porque soy muy pesado, pero cada vez que le pongo lo de “En tu cruz me clavaste”, el perro se anima una barbaridad. Como cuando se encuentra con Zuri por las tardes en el parque y se ponen de pie para abrazarse. Yo me siento en un banco, le miro al dueño de Zuri con cara de “les vamos a tener que buscar un hotel” y dejo que ellos hagan sus cosas mirando para otro lado. Porque no es agradable ver al perro practicar un cunnilingus durante 10 minutos. ¿De dónde saca tanta saliva, por Dios bendito? Y la otra con las cuencas de los ojos en blanco. Porque vaya suerte, hija mía.
Yo aquí estoy de espectador. Preparado para cuando llegue el desastre y tenga que ponerle un chándal al perro para que cuente en el parque que la otra le ha dejado a lágrima viva. Y mientras tanto, bien de Chenoa. Porque la tía ha conseguido sobrevivir a todos sus novios con mucho carácter y las cosas como son, cada día está más maciza, más exitosa y más de todo. Y como padre yo necesito que el perro tenga ejemplos que seguir, que yo soy un poco desastre. Y Chenoa es perfecta. Yo sé que Zuri le está cantando la de “Cuando tú vas” y el perro le responde cantándole la de “Dame”. Y no puedo hacer nada. Sentarme, esperar, y el día que la otra se las pire con un galgo, pues llevarme el perro a casa, dejar que se lama las heridas y ponernos en Netflix el programa de las travestis que se insultan de RuPaul, que es una cosa que me horroriza sobremanera, pero no sabes tú la capacidad de las travestis para despistar la atención del dolor. Yo no sé cómo en la Seguridad Social no hay travestis de guardia en la unidad de Psiquiatría.
Antes de despedirme, que sepáis que la terapia Chenoa está funcionando de maravilla. Este mediodía, así a traición, ha salido David Bisbal en la tele por no sé qué de un single que ha sacado y el perro así espontáneamente, le ha lanzado un gruñido a la tele que tiembla el misterio. Al final el chiquillo lo mismo me está aprendiendo y todo.
Y sólo estamos a jueves. Miedo me da el fin de semana…





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