Sr. Homófobo:
Leo cada día con verdadero espanto noticias sobre nuevas
agresiones a gays perpetradas por usted. Y yo, que a diferencia de usted soy
más de diálogo que de puñetazo (cuatro años de boxeo me enseñaron que el mejor
golpe es el que no se da) le voy a contar aquí lo que pienso de usted, le voy a
hacer preguntas y además voy a opinar, esto último le va a espantar, claro,
pero es lo que tiene vivir en una democracia, que no le van a quedar a usted
más cojones que leerse esto.
Exactamente ¿qué narices es eso que a usted tanto le
horroriza de las personas como yo? Ojo, que yo siempre he pensado que usted es
el primer homosexual de todos y que vive un infierno por dentro. También pienso
que mental e intelectualmente es usted, digamos, pobre y esa pobreza es la que
le lleva a golpear cuando es incapaz de asumir lo que usted es. Un monstruo,
básicamente. ¿Por qué le molesta ver a dos hombres o dos mujeres de la mano?
¿No será que se le remueve algo por dentro? ¿De verdad me quiere usted hacer
creer que el amor entre dos personas es malo?
Luego está lo del vicio. Que resulta que somos viciosos y
nos pasamos las 24 horas del día pensando en fornicar, en pellizcar nalgas y en
practicar el onanismo como monos de Borneo. Yo tengo una vecina homófoba que un
día me dijo que ella respeta mucho a “esos pobres homosexuales de nacimiento,”
pero a mí no, porque yo soy un vicioso. ¿Y sabe lo que pienso? Que la pobre
mujer, que me soltó todo esto es una recaudación de fondos para “Radio María”
(le prometo que no es broma) está como un cencerro y no tiene las herramientas
suficientes para asimilar que un hombre normal y corriente como yo, es gay. La
señora se resetea, se bloquea y ni siquiera reza para que yo no vaya al
Infierno.
A usted, en su locura le han ayudado la Iglesia Católica, el
Partido Popular (no me haga enseñarle hemeroteca bien reciente) y medios como
Intereconomía que nos han llegado a llamar “la marea marrón”. Y es en este
punto cuando le tengo que decir que usted y yo tenemos algo en común. Yo no soy
capaz de entender su violencia. Me reseteo como mi vecina. La diferencia es que
yo le dejo a usted vivir con su monstruo y usted pretende quitarme mi amor a
patadas en la boca. Usted salió a la calle a manifestarse para que yo no me
pudiera casar y formar una familia. Toma ya. Para una cosa que podríamos tener
en común el mundo hetero y yo, usted se empeña en quitármelo.
Y luego está la rabia. La rabia de saber que usted cada día
es más pequeño y se va quedando más solo. ¿Lo ve? Hace años que nos casamos y
no ha pasado nada. Hace años que tenemos hijos y no ha pasado nada. Y eso le
arde por dentro. Porque seamos sensatos, las diferencias no son tan grandes. A
usted mi normalidad le puede. Y ya no le digo nada si hablamos de “gente con
pluma”. ¿Le molesta? Pues mire usted, yo llevo una vida horrorizado escuchando,
por ejemplo, a alguien como Bertín Osborne contando chistes de gangosos, de
andaluces, de cojos y claro, de maricones. Como si todas estas categorías
fuesen una tara en sí mismas. Qué risa ¿verdad? Pues mire, ni puta gracia, esa
exhibición de la “pluma hetero” de Bertín me crispa los nervios, pero allá él
con sus cosas, que yo no le voy a partir la cara en nombre de una asociación
nacional de tartamudos. Bastante tiene con lo que tiene.
Agredir a alguien que no tiene o entiende otra forma de amar
es una barbarie. Pero sepa usted que cada día se va a quedar más solo. Más
apartado y más marginado. Se lo voy a repetir por última vez: no soy un
enfermo, no tengo nada que usted pueda curar a golpes. Llevo años aguantando
que ciertos estamentos me hayan tratado como un ciudadano de segunda mientras
me hacían pagar impuestos como un ciudadano de primera. Tengo educación, tengo
respeto y soy tolerante porque a veces, la sociedad y personas como usted me
han mostrado el horror de la intolerancia. ¿Lo ve? Otra cosa en común, ni usted
quiere ser como yo ni yo como usted.
La violencia no va a ser nunca el camino para nada. Y cada
vez que usted ha agredido a alguien como yo, lo único que consigue es ganarse
el desprecio de cada vez más gente. Si usted sufre de alguna fobia, visite a un
especialista y déjeme vivir tranquilo. Pida ayuda a su familia, a sus vecinos,
a un servicio de Salud Mental. A quién le dé la gana, pero pida ayuda. ¿Qué
usted no lo entiende y le arde por dentro? Pues busque usted el motivo y
póngale solución. O simplemente, olvídese de mí y dedíquese a vivir su vida. No
sufra por mí, que yo estoy muy a gusto en mi piel a pesar de personas como
usted.
Quizá mañana usted se sienta muy ofendido por esta carta y
decida reventarme la cara a golpes y quizá, incluso lo consiga. Pero usted va a
perder siempre. Me podrá romper dos costillas, pero jamás conseguirá que yo
deje de amar.
Por eso, pase lo que pase, yo siempre ganaré. El amor
siempre gana.
Y usted siempre será un perdedor.
Y un monstruo.
Y nadie quiere tener un monstruo cerca. Usted lo sabe mejor
que nadie…
4 comentarios:
Me encanta, la carta sencillamente es perfecta. A más de una persona le vendría bien leerla. Todo el mundo somos libres de amar y nadie debe imponernos su voluntad.
Ole tú
Se puede decir mas alto pero no más claro ,ya esta bien de mirar la vida de los demás ,dejemos a cada cual hacer lo que le de la gana con su sexualidad ,mientras no le haga daño a nadie. Ole tus huevos!!!!!
Abel...como siempre ¡¡en el clavo!!!
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