Llevo cosa de un mes charlando con alguien a quien admiro
mucho, profesionalmente hablando. Una especie de “bromance” en el que hablamos
de muchas cosas y en el que yo aprendo a una velocidad de pasmo. Fruto de esas
charlas siempre salen unas reflexiones. Y una idea a la que nunca dejo de darle
vueltas a la cabeza es en cuál va a ser la nueva moda en cuestión de redes
sociales. Y hoy, que lo tengo claro, me animo a compartirlo con ustedes en un
post de esos que lee muy poca gente pero que tiene lectores absolutamente
agradecidos. Antes de que sigan, les aviso que este es un post 100% libre de
Gran Hermano, mujeres desnudas, hombres con nalgas turgentes, memes de
futbolistas poco inteligentes o iconos del whatsapp que imitan a la vida real…
¿Siguen aquí? ¡Uy, pues muchas gracias! Ya les digo que hoy
les hablo de redes sociales, de lo que va a pasar con las redes sociales. ¿Cuál
podría ser la nueva moda? ¿Un Gran Hermano individual y personalizado? (Joder,
y eso que les dije que no iba a hablar de GH) Pues no, que para eso ya tenemos
Periscope y podemos retransmitir al mundo cosas tan importantes como lo que
cantamos en la ducha, cómo cocinamos unas torrijas o el mejor tutorial de
maquillaje para travestis que se puedan imaginar. ¿Una red social para
encontrar el amor de tu vida basado en tres mil parámetros y seis mil
algoritmos? Tampoco, ya existe. Y no, no es Grindr. Ni Tinder (hagan ustedes
aquí el chiste). ¿Un microchip instalado en nuestro cerebro que publique
actualizaciones en nuestras redes sociales de todo lo que hacemos sin que
tengamos que tocar una tecla? Podría ser, pero lo veo muy caro. De momento. La nueva tendencia de aquí a 10
años en redes va a ser la consecuencia (en mi cabeza) lógica de todo esto.
Generalmente, cuando en una reunión de creativos no se llega a nada, se recurre
a los básicos, a lo que siempre ha funcionado, al pensamiento vintage o directamente
“a lo de toda la vida de Dios”.
Una vuelta al misterio, lo inalcanzable, lo exquisito y
sobre todo… lo privado. Eso es lo que pienso que va a pasar. Es decir,
desaparecer. Desaparecer para ofrecer cosas, personas, libros, discos, lo que
sea, pero de calidad. Las redes sociales han elevado al Olimpo global a
personas como Paris Hilton, Kim Kardashian o One Direction. Nula aportación
cultural, nula personalidad y sobre todo, fecha de caducidad dictada por unos
equipos salvajes de márketing que saben cuándo muere su producto y lanzan el
siguiente. Un ejemplo de esto podrían ser las “Chicas Disney” de las últimas
décadas: Hillary Duff, Britney Spears, Miley Cyrus, Selena Gómez, Joans
Brothers (no son chicas pero van en el lote), Violetta. Todas con fulgurante
lanzamiento…y fulgurante caída en desgracia, algunas más ruidosas que otras y
algunas pendientes de caer. Pero artísticamente, siempre me ha fascinado, para
mal, el hecho de que ahora que tenemos tantos medios, tanta difusión, tanto de
todo… no hemos sabido encontrar la nueva Madonna o los nuevos Michael Jackson o
Elvis Presley. No hemos sabido poner todas las herramientas que tenemos para
crear un ídolo intergeneracional. Y no, de Lady Gaga no pienso hablar que Anita
Elberse en su libro “Superventas” ya explica cómo se ha “fabricado” ese
fenómeno.
Cuando uno tiene todo, lo único que desea, lo único que le
llama la atención es aquello que no puede tener o a lo que no puede acceder
fácilmente. Lo exclusivo. E Internet con todo lo bueno y lo malo que tiene ha
conseguido que una niñata que trabaja de becaria en una agencia de abogados en
Utah pueda tener exactamente el mismo nivel de información que un señor
jubilado que pasa sus días en Alpedrete. Todo con un click y una buena
conexión.
Creo firmemente, que en los próximos años el valor de las
personas que trabajamos en las redes sociales residirá en que lo que
contaremos, lo haremos para unos elegidos. Se recuperará aquella emoción de
esperar al día de un estreno para ver una película y se tendrá que viajar para
descubrir, para conocer, para aprender. Estas famas anabolizadas desde
laboratorios de marketing no son duraderas, no dejan poso, no enseñan. Por eso
Kim Kardashian nunca será Marilyn Monroe. NI Meryl Streep. Sorprendentemente,
Madonna, una mujer bastante parca en sus relaciones con las redes sociales,
sigue reventando récords de venta de tickets para sus conciertos. Y aquí no
hace falta recordarles que ella es la más lista de todas. ¿Cómo me explican que
vendiendo 40 veces más discos que Madonna, Katy Perry no le llegue en venta de
entradas ni a la suela de los zapatos? Para mí está claro. Uno tiene casi un “All
Access” a la vida (profesional y a veces personal) de la Perry. Sin embargo,
Madonna sigue confiando en el misterio. “Si quieres enterarte de lo que hago,
vas a tener que venir a verme. EN PERSONA”. Mientras el equipo de Rihanna pasa
horas decidiendo cual va a ser la nueva foto que pongan en Instagram para hacer
que ella siga pareciendo humana, Madonna está bailando vestida de odalisca (si
hace falta ella lo hace) delante de unos pocos miles de elegidos en un estadio.
Y esos pocos miles publicarán en sus redes sociales tan sólo la pequeña parte
de su vida que ella ha decidido compartir: su trabajo y poco más.
Por eso estoy convencido de que el siguiente paso en el
mundo virtual será precisamente desvirtualizarse poco y en sitios muy concretos
para que los otros hagan el ruido. Dejarles con ganas de más. Desaparecer y
recuperar el factor sorpresa cuando nadie se lo espera. Romper todo lo que los
analistas de márketing nos dicen que va a pasar y volver a cargar un producto
de valor, de misterio, de anticipación. Recuperar el factor humano. Eso que
hemos tenido constantemente delante de nuestras narices y hemos decidido
ignorar.
Así de fácil.
POSDATA: Madonna, de nuevo, la más lista, ilustra este post
con la foto con más humor negro que se haya hecho en la historia del pop.
Seguro que lo van a entender, que ustedes son muy listos.
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