DOS TRIUNFITAS SACAN DISCO

Hoy les traigo un poco de crítica musical, porque no todo va a ser despiporre y libre albedrío. Y casualidad, los dos discos que tengo en mis manos pertenecen a dos muchachas salidas de esa maquinaría implacable que es Operación Triunfo. Una es americana y la otra española. Una morena y una rubia. Una de ellas tiene a su servicio a los mejores compositores de pop del mundo y la otra… la otra tiene a Risto Mejide. Bienvenidos a la irrealidad pop más gorda que hemos visto y oído en mucho tiempo.



LABUAT es el nombre que ha escogido “la Furby” para debutar en el mundo discográfico. Y me da un poco de pena la situación. La Furby me gustaba porque era una chica absolutamente alejada de lo que proclama el concurso y del “David Bisbal Lifestyle”. Espero que me entiendan. Por eso mismo siempre defendí a Virginia porque me parecía un topo, una infiltrada en ese mundo de imitadores de Chayanne, Luis Miguel y demás cuadros del siglo pasado. Pero Virginia ha caído en la peor de las trampas. Y la trampa se llama Risto Mejide. Así de claro. Porque Risto, el rey del “producto” ha creado eso, un producto que lo más lejos que va a llegar es a, probablemente, ser fondo musical de un anuncio de compresas. Igual que había una cosa que se llamaba “a qué huelen las nubes” esto debería llamarse “a que huele el tedio”. Porque Risto, compositor del grueso del disco, ha hecho una cosa que no tiene sentido. Labuat bebe directamente de los discos de dos malas cantantes: Nawja Nimri y Leonor Waitling. Dos productos creados por un hype mediático con muy poca sustancia y más bien pocas cualidades vocales. Porque Nawja y Leonor NO cantan bien y excepto a varios modernos que leen revistas alternativas para modernos, a poca gente le interesan. Y Virginia se ha tirado a la piscina de Risto sin darse cuenta de que no hay agua. Porque Risto tiene cualidades innegables (no bromeo) pero entre ellas no está la de compositor y letrista. Les prometo que estaba deseando ver cuál sería la personalidad discográfica de la chiquilla y mis vicios de productor la imaginaban con un repertorio en Duffy, Dusty Springfield y la Petula Clark del “Downtown”. Y va a ser que no. Y que conste que el disco NO ES MALO, pero es tremendamente aburrido y probablemente, y en estos tiempos, ese es el pecado más grande.



Y en el otro lado del ring tenemos a KELLY CLARKSON, un producto del OT americano que vuelve hecha una mala perra. Y les cuento la historia. Kelly empezó una carrera fulgurante con unos temazos pop rock que eran el sueño de cualquier programador de radiofórmula. Y de repente le dio por ser auténtica (les pasa a todas de vez en cuando) y se pegó una hostia con el disco anterior que aún le debe estar doliendo. Y ahí entran los jefes de Sony BMG que le dicen a Kelly que si quiere grabar muñeiras hiphop pues muy bien, pero que lo haga en su casa. Y Kelly, que sabe que no está el horno para bollos, ha bajado la cabeza y ha vuelto con un disco rotundo por todos lados, con una portada photoshopeada hasta la saciedad y con mucha fuerza. Es cierto que la creme de la creme de los compositores mundiales (Ryan Tedder, Max Martin, Kara Dioguardi o Kate Perry) se ha puesto al servicio de Kelly para hacerle un disco sin fisuras. Trallazos guitarreros, guiños al pop AOR y un par de baladas flipantes (atención a “Cry” y “Already Gone”) que completan un repertorio francamente cojonudo. Kelly ha hecho lo más inteligente que se puede hacer en su situación: se ha reconciliado con su pasado de triunfita yanqui y ha admitido que se debe al público que la encumbró. Y no hay nada mejor que una artista que graba los discos pensando en quién los va a escuchar y no mirándose el ombligo. No quiero que piensen que me he vuelto tonto con Kelly, es simplemente que, como disco de pop rock, la cosa es impecable. Y no pasa desapercibida. Y eso es lo que importa, que quieren que les diga.

Les dejo el vídeo clip de Kelly porque A ESTAS ALTURAS no hay vídeo de Labuat...